
Hasta hace solo un lustro, entre Marianza y el primer control del Parque Nacional Cajas se podía observar la transición de la naturaleza cuencana, con sus árboles, con su verdor, al páramo. Hoy, la realidad es otra.
Una vez que se sale de Sayausí pareciera que la ciudad continúa en los alrededores de la vía que une Cuenca con la costa ecuatoriana. Las construcciones de cemento se han tomado gran parte de los terrenos que una vez dejaban ver en su totalidad la magnitud de la antesala del Cajas.
Sin control, las edificaciones que alardean con ser un imán para los turistas han aumentado en un lugar que, en primera instancia, amortigua el parque nacional de los cuencanos y que, después, trae el agua que Etapa capta en Sayausí para potabilizarla.
Basta con hacer un recorrido para mirar cómo ha cambiado esta zona que no ha podido ser controlada, al parecer, solo hasta este mes, porque se conformó una comisión, entre Etapa, la Comisión de Gestión Ambiental (CGA) y Control Municipal.
Este grupo, desde hace dos semanas, lleva adelante operativos de intervención en las zonas aledañas al Cajas. En menos de 15 días se han encontrado con maquinaria removiendo la tierra que conduce el agua a Cuenca y con construcciones sin ningún permiso.
Cada una de estas acciones no solo perjudican el ecosistema que está alrededor del parque nacional. También repercuten en la calidad y cantidad de agua que llega desde el Cajas, a través de la cuenca del Tomebamba, hasta la ciudad.
“Nosotros tenemos la captación de Sayausí, pero la gente piensa que el agua está segura. Pero el Cajas empieza súper arriba. Yo tengo una longitud, muchísimos kilómetros entre la entrada al Cajas y la captación. Todo lo que pase de Sayausí para arriba, para bien y para mal, repercute en la calidad y cantidad del agua”, dijo Galo Durazno, gerente de Agua Potable de Etapa.
Lo que ha pasado, una vez que Sayausí queda atrás, es una proliferación de negocios, principalmente de comida, que atraen a cientos de turistas cada semana. Y con ello llegan los residuos que contaminan el agua que luego tiene que ser potabilizada.
Plan de buenas prácticas
A pesar de que hay una ordenanza de 1998, con la que se prohíbe, como dice Galo Durazno, “hasta respirar” sobre la naturaleza que se extiende más allá de Sayausí, ha sucedido todo lo contrario.
“Si hubiésemos aplicado la ordenanza, hoy no habría un solo restaurante, no hubiera una sola hostería, no hubiera un solo negocio aguas arriba de Sayausí. Esas pocas casas que había en 1998 serían las únicas hasta ahora”, agregó Durazno.
Sin embargo, las construcciones ya están, lo que no significa que podrán tomarse a la ligera tener un inmueble en una zona tan delicada.
Fuente: El Mercurio
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